La Campana

Hace algunos años vi un aviso en una tienda cerca a mi casa, en el que anunciaban que iban a presentar un documental llamado “The end of suburbia“.  Estaba abierto a todo el público.  No sabía de que se trataba pero fui a verlo.  El documental  trataba sobre el uso generalizado del automóvil en Estados Unidos y de cómo esto hizo posible la expansión de las ciudades en lo que ellos llaman “suburbios”. Igualmente muestra la transformación del paisaje y de cómo el campo se fue transformando en ciudad y las nuevas construcciones fueron tomando los nombres de lo que iban destruyendo.

Estos suburbios son los típicos de las películas: calles y calles llenas de casas que parecen prefabricadas, una tras otra, todas iguales; uno, dos o más carros parqueados al frente, como el barrio de Kevin Arnold, el niño de la serie de Los Años Maravillosos. En los suburbios no hay tiendas. Para ir de compras, a la oficina, a cine y en general para las actividades sociales hay que usar el carro, porque  el transporte público es escaso y todo queda lejos.  La única forma de moverse para un adulto es el carro y, por lo tanto, todos tienen uno.

Este cambio en el estilo de vida fue posible gracias a la producción masiva de automóviles a precios que las familias de clase media podían comprar; además por esa misma época Estados Unidos se había convertido en uno de los más grandes productores de petróleo y derivados, incluyendo la gasolina, la cual alcanzó precios bajos permitiendo a muchos vivir a las afueras de la ciudad.

El petróleo es un recurso no renovable que está presente en la mayoría de los procesos de producción en nuestra sociedad. Lo usamos para mover la maquinaria de extracción de otros recursos, para producir la mayoría de los pesticidas y varios fertilizantes, para producir alimentos y transportarlos, para construir nuestras ciudades, hidroeléctricas, plantas nucleares, medicamentos; y en general todos los bienes de consumo.  Frente a otras fuentes energéticas, el petróleo tiene varias ventajas: como es un recurso energético en forma líquida es fácil de almacenar y transportar y tiene una densidad energética alta: un litro de petróleo equivale a aproximadamente a 156 horas de trabajo de una persona, a un costo de $1300 (US$0.72) (Postcarbon Institute, Nate Hagens). Si tuviéramos que pagar a una(s) persona(s) por realizar esta misma cantidad de trabajo nos costaría $550.000 (asumiendo el salario mínimo actual y una semana de 40 horas).

La  producción y extracción de  petróleo, como todos los recursos no renovables, sigue el comportamiento de campana –primero un alza en la producción, luego un máximo y luego un posterior deterioro de la tasa de extracción. La curva de descubrimiento de yacimientos de petróleo tuvo su punto máximo en los años 60s, y muchos países que han sido grandes productores de petróleo ya han pasado su punto de máxima extracción. Noruega, Estados Unidos y Canadá son un ejemplo del comportamiento de campana ya que tuvieron su máxima producción de petróleo convencional en los años 70 y en las siguientes décadas vieron una disminución paulatina de su producción. En estos momentos EE.UU. importa aproximadamente 60% de su petróleo (en los años setenta importaba 10% de lo que consumía). En cuanto a  Arabia Saudita, que tiene uno de los pozos de petróleo más grandes que se han encontrado en la historia, parece estar cerca a su producción máxima. (Dependiendo de la fuente, las reservas de Arabia Saudita varían considerablemente).

Según datos de la Agencia Internacional de Energía, la producción de petróleo convencional ha llegado a una cima plana.  Esto se debe en parte a que el petróleo es cada vez más difícil económica, técnica y ambientalmente de extraer. El petróleo de buena calidad fue el que primero se extrajo.  Ahora quedan los llamados petróleos no convencionales: éstos son aquellos que son extraídos a miles de metros de profundidad bajo el mar como es el caso del golfo de Méjico,  aquellos  de alta densidad como los petróleos pesados de Venezuela o aquellos que tienen que ser procesados usando grandes cantidades de energía y agua como las arenas bituminosas en Canadá (que producen grandes cantidades de desechos tóxicos) o en el peor de los casos en el polo norte.

El mundo no está preparado para llenar el vacío que existe entre la demanda y la oferta de petróleo.  No existe una alternativa energética que nos permita producir la cantidad de trabajo que necesitamos actualmente para mantener el sistema económico que tenemos. El petróleo en Colombia también es un recurso finito, y si bien en nuestro país la extracción de petróleo (convencional y no convencional) está aumentando, la economía colombiana esta interrelacionada con la economía mundial. Tenemos que empezar a pensar y a construir un país, un mundo y un estilo de vida diferentes, en el que el petróleo no sea nuestra principal fuente de energía y que las fuentes que usemos sean verdaderamente renovables, antes de que nos veamos obligados a ello de una forma abrupta.

El documental “The end of suburbia” termina preguntándose si estas sociedades que se  desarrollaron y siguen basando no sólo su movilidad sino su alimento y sus actividades del día a día en un combustible barato seguirán siendo viables a medida que el precio del petróleo suba y su producción y calidad disminuyan.

Yo creo que no.


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